Como cada martes y jueves, hacia las siete de la tarde, acudí
a entrenar con gente de los distintos equipos que integran la liga de fútbol
sala de mi pueblo. Pero ese día encontramos la puerta de las pistas cerrada con
cadena y candado.
Despreocupadamente, saltamos la valla, como toda la vida hemos hecho cada vez que encontrábamos las pistas cerradas. A los cinco minutos de haber empezado a jugar, un policía se asomó a la ventana de la “Casa de ferro”, y nos instó a abandonar las instalaciones. Discutimos un rato y el policía bajó acompañado por una colega suya. El argumento era que “Si está cerrado no podéis entrar”. Les respondíamos que lo tenían fácil: “Ché, abrid la puerta y se acabó el problema”.
Despreocupadamente, saltamos la valla, como toda la vida hemos hecho cada vez que encontrábamos las pistas cerradas. A los cinco minutos de haber empezado a jugar, un policía se asomó a la ventana de la “Casa de ferro”, y nos instó a abandonar las instalaciones. Discutimos un rato y el policía bajó acompañado por una colega suya. El argumento era que “Si está cerrado no podéis entrar”. Les respondíamos que lo tenían fácil: “Ché, abrid la puerta y se acabó el problema”.
Entonces apareció el Coordinador de deportes, un tipo todavía
joven, de entre 35 y 40, pero repelente. Perdimos una valiosa media hora de luz
solar discutiendo a la entrada de las pistas. Resultó que nadie podía usar ese
día las instalaciones porque “estoy de huelga”. Sí, amigos, era el 29 de marzo de
2012, huelga general. El coordinador estaba de huelga, lo cual significaba que
nadie, en un pueblo de casi 8.000 habitantes, podía practicar deporte.
-Por mucho que quieras comprar en domingo, no vas al
Mercadona y entras a la fuerza si está cerrado- nos decía con toda su
desfachatez.
-El Mercadona es una empresa privada, Pau. En cambio, las
instalaciones polideportivas son de todos, se construyeron con dinero público.
No tienes ningún derecho a cerrarlas cuando te colore.
Terminamos yendo en coches y motos a uno de esos pueblos
próximos que no llegan a mil habitantes, y donde las pistas no se cierran
nunca, quizá porque no tienen puerta. Fuimos niños en los 80 y adolescentes en
los 90, y nunca nos echaron encima a la policía por haber saltado la valla para
jugar a futbito. ¿Tanto ha crecido Muro y tanto ha cambiado España para que
todo se vuelva tan antinatural? ¿Para que el crimen sea usar unas pistas que
están muriéndose de risa?
En esas discusiones no te vienen a la mente todos los
argumentos que después quisieras haber usado, y también hay cosas que,
sencillamente, no vas a decir, porque tus interlocutores no sabrían de qué
hablas. Me venía a la mente un párrafo escrito hace casi un siglo, y la
sensación de que, en algunas cosas, el mundo no evoluciona.
“construyen un parque de diversiones infantiles con el fin de
convencerse de que son filántropos y luego imponen tantas regulaciones para su
disfrute que ningún niño disfrutará allí como en la calle. Hacen cuanto pueden
para impedir que los teatros y lugares de recreo estén abiertos los domingos,
porque es el día en que de verdad se pueden utilizar.”
(Bertrand Russell – Gente bien, 1931)
Y la de veces que he visto las pistas de Muro cerradas en tardes de domingo.
Obra del artista gráfico Banksy.
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