Arzur
realizó buenas fotos. Aquí parecemos un cuadro de La Tour o de Caravaggio. Yo no
me aclaraba con el ukelele, demasiado torpe aunque, tal como estaba afinado, sus cuatro cuerdas se correspondían con las cuerdas más
graves de la guitarra: Mi, La, Re y Sol.
Pese a lo
muy tradicional que esta hermosa celebración es en las playas alicantinas, el
día siguiente sigue sin ser festivo, así que para quienes trabajan puede
resultar imposible celebrarla. Para mí era solamente la tercera vez, y eso que vivo
a una hora del mar.
Se trata de
(la versión actual de) una antigua fiesta pagana. Emborracharse, nadar, cenar y
encender hogueras en la playa durante la noche más corta del año, saltar sobre
ellas, y saltar siete olas cuando den las doce de la noche…
Motivos:
parece que se quería dar aliento, fuerza, ánimo, al Sol, que durante el próximo
medio año irá perdiendo presencia cada día. También hay quien lo ve como un
ritual de purificación personal.
Sea como
sea, no me extraña que las religiones saquen tanto provecho del poder de
convicción del fuego. Del ambiente ritual que se vive alrededor de una llama en
la oscuridad. El hechizo es potente.
Me gusta
sentirme mediterráneo, meterme en sus templadas aguas y saberme relacionado con
su mezcla de civilizaciones históricas, pensar que en otros extremos de este
mar estuvieron los antiguos griegos, fenicios, hititas, etruscos, egipcios… que
ahí enfrente sigue habiendo lugares estimulantes que todavía no he visitado,
como Estambul, Guizá, Roma, Dubrovnik, Creta, Ljubliana, Menorca… que nuestras
lenguas, castellano y catalán-valenciano, tienen bastante de árabe, de griego,
de latín…
Nosotros,
en esta ocasión, fuimos pocos, comparado con los dos años precedentes. Siete.
Elegimos la cala Bol Nou, en La
Vila Joiosa , muy hermosa y poco concurrida. Debía haber unas
veinte o veinticinco hogueras, en grupos bastante separados unos de otros.
Recuerdo
que el año pasado nadé un buen rato hacia la una, y al salir no me sequé, pues
no tenía nada de frío, quizá debido al alcohol. En cambio, esta vez, estaba el
tiempo menos claro, y al meternos en el agua, hacia las nueve, tuve algo de
frío. Incluso tiritaba.
Pobres de
los antiguos, que en fiestas así no tenían un móvil con toda la excelente
música que puso Arzur, ni cámaras de fotos para inmortalizar momentos así. Ni
pistas y balones, ni internet, ni condones, ni… pobre gente, vaya vida. Todo trabajar y
respetar absurdas normas morales.
Desde la
playa contigua (el Paradís) se elevaban sobre el mar esos pequeños globos-vela
encendida. Luego se vieron más allá fuegos artificiales. De Benidorm, supongo.
Terminamos
pronto, hacia las dos. Luego fuimos a acostarnos al apartamento de los padres
de Raúl, en la parte más al sur de Benidorm, junto a a la cala Finestrat, donde
tenía lugar una fiesta muy multitudinaria. Me duché y salí a ver el ambiente,
mientras mis amigos dormían. La gran cala estaba hecha un horrible vertedero.
Todavía quedaba muchísima gente joven. Algunos habían llevado su basura a los
cubos, que en su mayoría se mostraban abarrotados, y aun así, en cada metro
cuadrado de playa veía bolsas y botellas tiradas. Incontables residuos. Incluso
en alguna parte del agua flotaban envases. Me vino a la cabeza el Pacific
Garbage Patch. Muy triste. Y la pregunta en la contraportada de “La despedida”
de Kundera: ¿Merece el hombre vivir en este mundo?
Al
terminar un Kebap y el vaso de martini con naranja, caminé cuesta arriba y
cuesta abajo para pasar a la extensa playa de Poniente, donde apenas se veía un
alma, y anduve cerca de una hora por el paseo, junto a la playa. Me acosté un
rato boca arriba sobre un montón de tumbonas, y con las primeras gotas de
lluvia decidí volver al apartamento. Llovió bastante fuerte durante un cuarto
de hora, justo cuando caminaba por donde los bajos de los edificios ofrecen una
especie de camino bajo techo sobre la acera. Cuando llegué al apartamento, ya
no llovía nada, y estuve tentado de bañarme en la piscina. Me frenó el cartel
de “Por la noche se vierten productos tóxicos”.
Dormí una
hora, y volvimos a Muro, adonde llegamos lloviendo nuevamente. Menos mal que a
estas alturas del año ya no constipa. Solamente moja y molesta un poco. Nuestras odiseas son suaves y cortas.
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