Una
noche de 1996, en una calle atiborrada de gente, en fiestas de un pueblo
cercano, algunos de mi pueblo llevaban sombreros y bastones de viejo, que
habían comprado en la feria. Haciendo el tonto, uno de ellos lanzó el bastón al
aire, hacia atrás, al azar, como si de un ramo de boda se tratase. Pero ese
bastón duele si te da en la cabeza, y la chica que recibió el golpe fue
informada, por alguna amiga, de quién lo había lanzado. Lógicamente
encolerizada, fue a recriminar la acción y exigir explicaciones o disculpas
al energúmeno, y así se conoció una pareja que todavía dura felizmente. Se
conocieron discutiendo, directamente. Me lo contó un amigo común, años más
tarde. Yo estaba en esa calle y recuerdo haberles visto con aquella
parafernalia, aunque no me percaté del suceso.
Otra
noche, por fiestas de mi pueblo, en 2001, presentamos a dos colegas, un chico
de Cocentaina y una chica de Onteniente.
Él
había decidido que, esa noche, iba a mentir en todo. Una de esas tonterías
ocasionales que tenemos los adolescentes. Así que, cuando ella le preguntó de
dónde era, respondió con el nombre de la primera localidad que le vino a la
mente: Onteniente.
-¡Yo
también! ¿Y en qué calle vives?
La
primera en la frente. Bueno, quizá no era tan grave. Onteniente tendrá 40.000
habitantes. No es un pueblecillo. Respondió con el nombre de una calle que
conocía, con la mala suerte de que ella vivía también en esa calle, y reaccionó
con cierta incredulidad, comentando lo extraño que era no haberse visto nunca
por allí. Cuando fue preguntado sobre el número de la casa donde vivía, ya
sabía que, dijese lo que dijese, iba a hacer diana, y resultaría muy embarazoso
de explicar. En esa ocasión, la casualidad no resultó celestina.
Uno
piensa en hechos casuales que han supuesto enormes avances para la humanidad. Mutaciones como la
del pulgar oponible, o que América se encontrase en mitad del camino de Colón
hacia las Indias. Otras casualidades dieron pie al descubrimiento de la
penicilina y la invención de la fotografía. Pero también muchas otras
mutaciones y sucesos casuales no han tenido ningún efecto, ninguna utilidad
práctica, y al no tener repercusiones destacables, son olvidadas.
Otro
de mis amigos salió del pueblo para ir al piso de su novia, en una ciudad
próxima, de 60.000 habitantes, en un trayecto de unos quince kilómetros. Nada
más arrancar, se empezó a picar con la conductora de otro coche. No se conocían
de nada, ninguno de los dos sabía a dónde se dirigía el otro. Se adelantaron
sucesivamente en distintas ocasiones hasta llegar a la calle en donde él
esperaba aparcar. Pero ella llegó primero, y cogió la única plaza de
aparcamiento libre en toda la calle.
Es
una de esas casualidades que no te aportan beneficio alguno ni te revelan ninguna
enseñanza moral, ninguna lección trascendente. Simplemente suceden porque sí,
sin objeto. O, ¿Qué trataba de indicarle a mi amigo la divinidad de turno? Parece
un hecho dirigido por alguna entidad sobrenatural, pero no parece tener sentido
más allá de la simple anécdota curiosa.
"Unicamente sabía, mientras el coche rodaba en la fría noche de agosto, que en alguna parte Sófocles, Freud y Eugene O'Neill se estaban partiendo de risa." (Woody Allen - Justo castigo)
Yo he pensado muchísimas veces en el tema de las casualidades, tengo una frase en el blog que dice; que nada sucede por casualidad...La vida es un círculo extraño.
ResponderEliminarSi me hubieran dicho hace cinco años que yo estaría en la otra parte del mundo me hubiera partido de risa, no sé si las casualidades, la manera en que diriges tu vida, tropiezos y demás te llevan a situaciones o a lugares donde a veces te preguntas ¿fue una simple y pura casualidad? Las personas tenemos una tendencia obsesiva a buscar tres pies al gato...
yo la primera...grrrrr
un abrazo!
Yo no lo sé, pasan cosas muy raras. La frase de que "el mundo es un pañuelo" se me quedó grabada después de que un amigo, estando en Holanda, conociese a una chica extranjera que resultó haber estudiado con un amigo de infancia nuestro a quien hacía años que no veíamos. Pero quiero pensar que es simplemente algo natural, de alguna manera.
ResponderEliminar¡Otro abrazo!