miércoles, 7 de septiembre de 2016

Chulería en carretera


Pintura hiperrealista de Gregory Thielker.

Lo que más rabia me da es la chulería y falta de empatía. De tanta gente que actúa como si se creyese más importante y con más derechos que el resto.

Donde más habitualmente noto esa chulería es en la carretera. Por ejemplo, cuando trato de incorporarme a una vía de dos carriles por sentido, y el que viene por el carril derecho no me facilita la incorporación, pudiendo perfectamente meterse en el otro carril.

1.- Algo que suelen hacer muchos ciclistas en mi pueblo es, cuando llegan a una fila de coches detenidos ante un semáforo, adelantarlos a todos, y luego ir los primeros por el resto de la travesía, obligando a todos los coches a ir a su velocidad, más lenta. Cuando me toca, procuro salirme por la próxima calle, aunque tenga que dar un rodeo importante, porque no soporto la rabia de tener que seguir a ciclistas por medio pueblo.

2.- En cierta ocasión, yo estaba parado ante un semáforo rojo, con cuatro o cinco coches detrás de mí. El último de esos coches arrancó, nos adelantó a todos por el carril de sentido contrario (que estaba en verde para los que venían), y se quedó cruzado delante de mí, justo bajo el semáforo. Era un mercedes enorme, conducido por una mujer de unos cuarenta - cincuenta años.


Scatterbrain (Jeff Beck, 1975)

3.- Una vez, en el centro del pueblo, el conductor de un coche se detuvo en mitad del carril para hablar con un amigo suyo, que se acercó y quedó tranquilamente de pie junto a la ventana del conductor, sobre la raya continua del centro de la calle. Los coches que llegaban por detrás se veían obligados a parar y esperar que no viniese nadie de cara para adelantarles. Uno de ellos le pitó, y entonces el tío que estaba de pie se giró y le amenazó con palabras tipo ”A ver si te meto, imbécil”. Lo presencié caminando desde la otra acera.

4.- Hace diez años trabajaba en Onteniente y me ponía a las 7 de la mañana. La curva de la autovía, al pasar junto a Albaida, estaba mal trazada. Se reducía repentinamente a un carril, bordeado por conos verdes, en plena salida de la curva. Una madrugada lluviosa, todavía completamente de noche, el coche que iba delante de mí paró justo a la entrada del carril único, obligándome a parar tras él. El conductor, moro, bajó y me preguntó por dónde se iba a Albaida. Por agilizar el proceso, por puro miedo a que llegase alguien follado y se estrellase contra mí, no le recriminé la acción. Directamente le informé de que se había pasado la salida para Albaida. Entonces subió a su coche, retrocedió un poco, giró y se fue por el carril de sentido contrario. Tuve suerte de que no viniese ningún otro coche en esos minutos, porque la mala visibilidad de la curva, de noche y con lluvia, podía haber provocado un accidente muy grave.

Es el único caso, de los que comentaré aquí, cuyo móvil no me parece la chulería personal, sino la costumbre exótica, el que ese hombre viera completamente normal lo que estaba haciendo, porque, muy probablemente, en su país de procedencia se conduce así. Pero es chulería inducida por la costumbre, por su sociedad. Me obliga a detenerme en un lugar muy peligroso.

5.- Otro día, hace dos o tres años, salí de casa con prisas, casi a las siete de la tarde, con el tiempo bastante justo para llegar al trabajo. Debajo de casa hay un supermercado, y justo en ese momento salía la mujer de un conocido, que se juntaba a veces con nosotros durante nuestra adolescencia, allá por 1996. Se puso a contarme que su marido estaba aburrido, que no quedaba con nadie, exigiéndome que le llamáramos para quedar porque “sois sus amigos”. Hablándome con mala leche, como si le debiese algo. Le dije que sí, como a los locos, para deshacerme de ella rápido, y corrí hasta la cochera. Ya me había hecho perder varios minutos con sus recriminaciones.

Al llegar casi al semáforo del centro de mi pueblo, había un coche mal aparcado, en medio del carril derecho, por donde debía seguir para ir recto. Para rebasarle, me obligaba a pasar al carril central, destinado a los que giran a la izquierda. En el momento en que le estoy rebasando, la mujer musulmana que lo conduce va y arranca, lo cual me obliga a parar en el carril central mientras ella avanza. Al estar en rojo nuestro semáforo y haber poco espacio para volver a mi carril, me quedo cruzado entre los dos carriles, queriendo meterme tras el coche de la mujer musulmana. Cuando el semáforo se pone verde para el carril por donde quiero ir, arranco, y un motorista que viene a toda leche frena bruscamente y se me pone a pitar y gritar, insultándome, como si fuese culpa mía.

En ese momento, estuve tentado de salir y liarme a hostias con él sin mediar palabra. No lo hice porque no soy fuerte, y supongo que hubiera salido perdiendo. Pero si llego a llevar un bate de béisbol, hubiese salido del coche con él, y le hubiese pegado, sin decir nada, porque era imposible razonar. Era imposible explicar claramente, con palabras, todo lo sucedido en esos segundos, y entre los tres (la mujer del conocido, la conductora musulmana y el motorista) me habían hecho acumular demasiada tensión y necesitaba explotar, de alguna manera. Y el tipo seguía insultándome.



lunes, 5 de septiembre de 2016

Croacia -Bosnia (del 13 al 24 de agosto, 2016) - Parte 1





Já sei namorar, de Tribalistas (2002), una de las doscientas canciones que llevaba en el coche.

La idea era recorrer Croacia de parte a parte, mas la parte de Bosnia que llega hasta Mostar, cogiendo un coche de alquiler en el primer aeropuerto y devolviéndolo en el segundo. Buscamos los vuelos con un mes de antelación, y los más baratos que encontramos fueron Barcelona - Dubrovnik para el día 13 y Zadar - Barcelona para el 24. Zadar está a la mitad del país, pero resultó perfecto, porque tampoco daba tiempo para ir de punta a punta, y creo que la mitad sur es más interesante, subiendo hasta Plitvice, que es impepinable. Mi idea era llegar a ver también Pula y Zagreb, pero no pudo ser.


SÁBADO 13

Íbamos a ser tres, aunque al final Rafa no pudo venir.

Salimos de Muro hacia las 10 y media de la mañana, comimos aproximadamente a las 15 en un pueblo catalán, sin desviarnos mucho de la autopista, y llegamos al aeropuerto de Barcelona, donde gente de uno de los parkings recogió nuestro coche. El vuelo debía salir a las 19:40 y llegar a Dubrovnik hacia las 21:50, pero se retrasó unos 20 minutos.

Al llegar tuvimos un problema para recoger el coche de alquiler. Lo habíamos reservado por un intermediario, Happycar, debido a lo cual la empresa Oryx nos exigía un depósito de unos 600 euros, por no tener contratado su seguro, sino el del intermediario. Tampoco servía mi tarjeta de prepago en la cual habíamos puesto los casi 500 euros del alquiler. Yo no llevaba tarjeta, tan solo dinero en efectivo, y la tarjeta de Miquel tenía un límite de 600 euros, y no eran horas para llamar al banco y ampliarlo. También resultó que costaba otros 50 euros la “Green card” necesaria para introducir el coche en Bosnia. Tras más de media hora negociándolo, Miquel logró que le permitiesen usar dos tarjetas distintas, la propia y la del trabajo.

Así que, la próxima vez, nada de Happycar. Contrataremos directamente con la empresa local.

Llegaríamos al albergue hacia las once y media. Estaba situado a unos 3 o 4 km de la ciudadela, al final de un bonito lago que llega al mar bordeando la montaña.


Junto a las últimas palmeras de esta fila estaba el albergue. Más o menos a la otra parte de esa montaña, pero hacia mi derecha tal como estoy tomando la foto, está Dubrovnik.




Otra de las canciones que llevaba en el pendrive para el coche era Like a child again (The Mission UK, 1992), una canción extraña, de un romanticismo alegre y enérgico, poesía positiva. 


DOMINGO 14

Llegando al embarcadero de Lokrum. Ese agua tan limpia y cristalina es característica de toda la costa dálmata, debido a un menor nivel de contaminación que en otras zonas del Mediterráneo, y a que casi toda la costa dálmata es de piedra. Apenas vimos playas de arena.

Al levantarnos, cogimos el autobús para ir a la ciudadela, que estuvimos explorando un par de horas antes de tomar el barco a la isla más cercana, Lokrum. No aparecía en guías ni blogs, pero nos la habían recomendado ya un par de personas en un rato de estar por allí. Fue la mejor decisión del viaje. Pasas las horas centrales del día en la isla, te bañas, y vuelves para recorrer la muralla al atardecer, cuando ya no haga tanto calor. También fue buena idea coger sidras Strongbow o Somersby en el Konzum de la plaza central, antes de ir a la isla.

Parte del monasterio benedictino (supongo) de Lokrum, fundado en el año 1023.

En el barco, conocimos a un simpático grupo de chicas, con las cuales pasamos el resto del día. Una irlandesa, una pakistaní, una italiana y una barcelonesa.

Colgaría 15 o 20 fotos de Lokrum. He de volver algún día.

Lokrum es ideal. Pequeña, hermosa, con buenos lugares para tomar el baño, un monasterio benedictino de hace unos mil años, un pequeño lago de agua salada a lo “mar muerto”, llamado Mrtvo more (no lo supe entonces, y no llegamos a bañarnos en él), pavos reales que se subían por los árboles, y gran variedad floral. El archiduque que compró la isla en 1859 la convirtió en un jardín botánico con especies de árboles y plantas de todo el mundo.

Nuestro primer baño croata.

En cierto modo, Dubrovnik y Lokrum constituyen una “Croacia en miniatura”. Está todo lo típico del país: espacios verdísimos junto a playas de roca y aguas limpias, de una transparencia inimaginable para los españoles, y ciudad de piedra. Mi consejo es: si se dispone de un solo día, vale la pena coger bebidas del Konzum, ir pronto a la isla y pasar allí el día, recorrer las murallas de la ciudad al atardecer, y ver el resto de la ciudad de noche.

Ahí abajo se ve la parte de la isla donde nos habíamos bañado nada más llegar. Y un poco más al fondo está el "mar muerto", el minúsculo lago salado.

Nos bañamos en una “playa” de roca, y ascendimos a la parte alta de la isla, que se recorre en poco tiempo.

Vista de Dubrovnik desde Lokrum.

Regresando al puerto de Dubrovnik.

Al volver a Dubrovnik, subimos a la muralla, y pasamos un par de horas caminando por ella. Se nos hizo de noche y fuimos los últimos en bajar antes de que cerrasen, debido a que nos habíamos detenido a descansar, beber sidra y birra, charlar y observar el paisaje con puesta de sol, durante una hora, en un rincón que daba al mar, con Jennifer y Samira, con la brisa y una gran bandada de oscuros vencejos que revoloteaban a bastante altura sobre nosotros, enmarcando el paso de un avión lejano, pequeñísimo en el mismo cénit. Fue uno de mis momentos mágicos del viaje.

Fuimos los últimos en abandonar, completamente de noche, las murallas, cuyo encargado cerró tras nosotros.

La esquina de la muralla donde nos detuvimos a descansar y ver la puesta de sol. La canción que añadiría para definir un momento así es Sheherajazz de Jazz Hip Trio (1967), que es muy chill out, pero ya no está el vídeo en Youtube. 

Luego estuvimos sentados en las escaleras de la catedral, cerca de un guitarrista bastante virtuoso que interpretaba, entre otras, el primer movimiento de la sonata Claro de luna, de Beethoven; El adagio del Concierto de Aranjuez, de Rodrigo; Asturias, de Albéniz; creo que también tocó Río ancho, de Paco de Lucía, y no recuerdo qué más. Para no deshacer el hechizo de ese día maravilloso.

Asturias (Leyenda), compuesta hacia 1890 por el español Isaac Albéniz.

Cenamos algo barato y paseamos por la ciudad hasta la una o una y media.


LUNES 15

Fuimos a Ston y buscamos alojamiento. Luego nos dirigimos hacia Prapratno para coger el ferry hacia la isla de Mljet, desembarcando en Sobra. Desde allí, hay de media hora a tres cuartos en coche hasta Polace, donde experimentamos por vez primera lo complicado que es encontrar aparcamiento en la costa dálmata. Los pueblos no están preparados para el turismo de coche. Son calles estrechas entre el monte y el mar, y el poco espacio disponible es privado.

Una vez allí, nos arrepentimos de haber reservado alojamiento en Ston, porque hubiera molado quedarse una noche para ver mejor la isla.

Bañándome en el lago grande del parque natural de Mljet. No me extraña que la leyenda sitúe en esta isla los siete años de romance entre Ulises y la ninfa Calipso, aunque casi cualquiera de las islas entre Split y Dubrovnik sería igualmente válida. Son espectaculares.

Disponiendo únicamente de tres horas hasta la partida del ferry de regreso, alquilamos bicis (no se podía entrar en coche al parque natural de los lagos), subimos y bajamos la montañita, nos bañamos en el lago grande, subimos al barquito para visitar la isla del lago (una isla dentro de otra isla), volvimos pedaleando, y regresamos a Sobra con el tiempo casi justo para embarcar. Fue un poco de locos. Llevábamos un montón de años sin tocar una bici.

Holographic universe, de Thievery Corporation (2005), uno de los temas que sonaban en el coche mientras esperábamos a salir del ferry.

Regresando a Prapratno en el ferry de las 19:00, el último del día, desde Mljet. Lo que se ve es el continente. Costa verdísima, virgen, lo contrario que en la costa valenciana, tan similar en clima y ecosistemas, pero tan sobreexplotada urbanísticamente. Lo que ves por las zonas de Moraira/Benitatxell (donde por cierto otro pirómano ha ocasionado un nuevo desastre estos días) o Calpe/Altea, por poner solo dos ejemplos, es terrible. 








MARTES 16

Muralla y salinas de Ston.

Al despertar decidí subir por la muralla de Ston. Miquel prefirió quedarse almorzando y dijo que prefería esperarme abajo, pero un rato más tarde, mientras almorzaba en la parte alta, lo vi llegar. Seguimos por la muralla hasta Mali Ston, el pueblo del otro costado de la montaña, y volvimos a Ston por un camino junto a la carretera.

Kravice, ya en Bosnia.

A media mañana partimos hacia Bosnia. Nos costó un poco encontrar las Kravice waterfalls, donde la entrada cuesta menos de 3 euros. Bosnia es bastante más barata. Un euro son dos marcos bosnios, y más o menos los precios siguen esa escala. Comes bien por la mitad que en España, mientras que Croacia es más turística y sus precios están casi al nivel de los nuestros, aunque un euro se cambia a entre 7'1 -7'4 kunas, aproximadamente. Lo que más nos encareció el viaje, respecto a nuestra previsión, fue el alojamiento.


Yo había decidido ir a Kravice porque amigos que estuvieron en Croacia me desaconsejaban Krka debido a que estaba muy lleno de gente. En Kravice también había mucha peña, no sé si tanta como en Krka, pero no me pareció algo excesivo ni molesto. Lo encontré bonito, barato, y comimos satisfactoriamente. Eso sí, el agua, muy fría.

Por la parte vieja de Mostar, muy cerca del garito heavy. Un español que conocimos cenando comentaba que esto era como "Potes medio árabe", y tenía razón. Una zona muy rústica con minaretes asomando entre las casas, y el bazar callejero por los alrededores del Stari Most.

Por la tarde nos dirigimos hacia Mostar. Encontramos alojamiento en una casa particular habilitada, por 15 euros cada uno. El menos caro de todo el viaje. Pienso que, de haber reservado los alojamientos con antelación, hubiésemos encontrado mejores precios, pero queríamos tener la libertad de decidir in situ adónde nos dirigiríamos cada día.

Por la mañana del miércoles, pudimos presenciar cómo algunos hombres saltaban al río desde el Stari Most, una manera tradicional de ganarse algunas monedas.

Cenamos en el magnífico y barato Sadrvan, a pocos metros del icónico puente Stari Most, y nos metimos en un pub heavy que era lo único medianamente animado ese martes. Todo el rato se iban alternando canciones de la primera época de Black Sabbath y de su primer cantante, Ozzy Osbourne. Por mí bien, pero Miquel no es nada heavy, y las pocas chicas que había estaban emparejadas, así que tras un par de sidras nos fuimos. Dimos algunas vueltas por el centro, y volvimos a casa.


MIÉRCOLES 17



Killing an arab (The Cure, 1978), es otra de las canciones que llevaba en el pendrive para el coche. Inspirada en la novela de Albert Camus El extranjero (1942).


El emblemático puente Stari Most visto desde el minarete de la mezquita Koski Mehmed Pasha.

Pasamos la mañana por Mostar, subimos al minarete de una de las mezquitas (Koski Mehmed Pasha) para encontrar una fantástica panorámica, y estuvimos explorando el bazar.

Pocitelj.

Abandonamos Mostar y comimos en un bar de carretera a la entrada de Pocitelj, un pueblo pintoresco.


Pocitelj parece estar medio abandonado. Se lo ve muy descuidado. Pero el trazado rústico de sus callejuelas le confiere la posibilidad, el potencial para igualar en belleza a los pueblos más pintorescos de España, como Pasai Donibane, Altea, Cadaqués, Comillas, Combarro, Guadalest, Potes, Tossa de Mar… si la zona fuera más próspera y pudiesen vivir allí, acometer reformas en los hogares, abrir tiendas y restaurantes… Comimos en el único restaurante que vi, entre la carretera y el río, y encontré tenderetes en la plaza mayor y algunas callecitas, donde los vecinos vendían los productos típicos de la artesanía local. Pero no parecía haber mucha gente. Antes de la guerra debe haber tenido mucha más vida que ahora. Ahora Bosnia es muy pobre. Pero Pocitelj está a pocas decenas de km del mar, y comparte el clima mediterráneo. Es todo de piedra. ¿Cómo es posible que las fluctuaciones de la economía mundial se lleven por delante pueblos así?

Ya era de noche cuando subimos al ferry en Drvenik (Croacia) para llegar a Sucuraj, en la isla de Hvar. Tras más de una hora de carretera con tramos angostos y elevados, sin protección lateral, muy peligrosos en caso de haber encontrado tráfico, llegamos a Hvar Town y empezamos a buscar alojamiento, hacia las 22:30. Nos costó un buen rato encontrar algo. Yo me veía pasando la noche en la calle. Por suerte, encontramos un apartamento muy bueno por 35 euros cada uno. Muy bien para ser la zona más cara de Croacia y en pleno agosto, que está a rebosar.

Zona del puerto de Hvar Town.

Salimos un rato de fiesta, y nos decepcionó el hecho de que los pubs normales cerrasen a las 02:00. Quedaban locales más pijos en el puerto, fuera de nuestro presupuesto, o ir en barco al festival que se celebraba en la playa de una isla cercana, pero la gente que regresaba de allí nos lo desaconsejaba.





JUEVES 18



Por la mañana, encontramos alojamiento en el albergue Luka’s Lodge. Tampoco era barato, pero al menos tenías algo de ambientillo y servicio de lavandería, que nuestra ropa ya lo necesitaba. Yo había llevado una pastilla de jabón vegetal, pero el problema era dónde tender la ropa, y que no parábamos quietos en un lugar.

Con Jelena, yendo hacia una playa probablemente no muy conocida por los turistas, por Zarace.


Jelena, la simpática encargada del albergue, nos recomendó una playa cercana, no recuerdo el nombre, quizá era la de Stari, adonde fuimos por la mañana. Y por la tarde, en sus horas libres, vino con nosotros en el coche y nos guió hasta una playa más lejana, en Zarace, a unos 10 km. En el mapa de Google no aparece el nombre, pero pone Villa Kate.

Junto al castillo de Hvar Town.

Jelena se reincorporaba al trabajo a las 18:00. Nos recomendó subir al castillo e ir de fiesta al Hula Hula, en el extremo oeste de la ciudad, junto al mar. Corrimos cuesta arriba, porque se nos ocultaba el sol, disfrutamos de una buena panorámica de la ciudad y las islas cercanas, y bajamos para ver el Hula Hula. Nos pareció impresionante el ambiente de ese lugar, una especie de chiringuito enorme, con un montón de tumbonas cara al mar, sobre las rocas, y muchísima gente bebiendo y bailando.. Yo no estaba cómodo entre tanta gente, con la mochila a la espalda y bastante sudado. Miquel prefería quedarse, pero yo quería irme al albergue, cambiarme y volver.

Y una pequeña parte del chiringuito Hula Hula. Hay que volver algún día por la tarde, después de comer, que cierran a las 23:00.

Nos fuimos, y una vez en el albergue, cenando, nos enteramos de que el Hula Hula cerraba a las 23:00. Nos quedamos bebiendo con la gente, una veintena de personas, y les acompañamos a los pubs del pueblo, como la noche anterior, hasta las dos. Tenemos claro que, si algún día volvemos a Hvar, pasaremos, al menos, una tarde de fiesta en el Hula Hula.

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Como el post ya es muy largo y estamos en la mitad del viaje, continuará en otra entrada. Concretamente, aquí.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Música de fiestas de moros y cristianos.




Las fiestas de moros y cristianos se celebran, desde hace unos 150 años, en muchas poblaciones de la provincia de Alicante y alrededores. Nacieron para conmemorar la reconquista de la península Ibérica, y se mantienen por tradición y ganas de diversión u ostentación, según cada cual. Empiezan a ser motivo de alguna pequeña polémica, con la masiva afluencia de inmigrantes musulmanes en la última década, ya que a algunos de ellos no les hacen demasiada gracia, aunque hasta ahora ha habido paz.

La música de banda que se interpreta durante los desfiles se divide en pasodobles, marchas cristianas, y marchas moras. A este último grupo pertenecen mis preferidas. Hay dos marchas moras que siempre me han parecido especialmente hermosas e inspiradas: Als berebers (compuesta por José Mª Pérez Vilaplana, de Cocentaina, no sé si en 1963 o en 1972) y Chimo (de Jose Mª Ferrero Pastor, de Ontinyent, 1964). Dicen que esta última es la más interpretada, y me lo creo. Es la más original y distinta.


Hace una década, un pasodoble de autor contestano, Paquito el chocolatero (Gustavo Pascual Falcó, 1937), se hizo mundialmente conocido debido a la versión friki de King África.

Yo me enteré de sorpresa en Santiago de Compostela, durante la noche festiva del 24 de julio de 2005. Llegamos a una pequeña plaza atiborrada de gente y había músicos tocándola. Todavía no sabíamos que King África la había hecho famosa, y nos quedamos estupefactos. "¿Conocen esto en Galicia?" Y probablemente ya lo conocían en Bora Bora, la Patagonia, Sudáfrica y Siberia.


Otra marcha cristiana que siempre me ha gustado es Bonus christianus, de José Mª Ferrero Pastor, 1966).


Con los años, se han llegado a versionear en clave de música fiestera temas populares, de bandas sonoras de Hollywood, como Éxodo (Enrique Castro Gamarra ¿años 70 o primera mitad de los 80?), que quedó chula. Otras nos han sonado a engendros y cuerno quemado, como cuando, hace 2 o 3 años, uno de los capitanes de Alcoy desfiló con una adaptación de Terminator. Algo demasiado moderno, que no quedó bien.


Otra de las míticas es El president, de Miguel Picó Biosca, así como Caravana, SiscoEl moro del Sinc, Caballeros de Navarra y L'ambaixador cristià, entre otras.


Y para finalizar, del compositor José Rafael Pascual Vilaplana, natural de mi pueblo, Muro, destacan dos marchas moras: Xavier el coixo (1988) y Cavall de foc (1996).


jueves, 1 de septiembre de 2016

Casualidades ¿con o sin sentido?



Una noche de 1996, en una calle atiborrada de gente, en fiestas de un pueblo cercano, algunos de mi pueblo llevaban sombreros y bastones de viejo, que habían comprado en la feria. Haciendo el tonto, uno de ellos lanzó el bastón al aire, hacia atrás, al azar, como si de un ramo de boda se tratase. Pero ese bastón duele si te da en la cabeza, y la chica que recibió el golpe fue informada, por alguna amiga, de quién lo había lanzado. Lógicamente encolerizada, fue a recriminar la acción y exigir explicaciones o disculpas al energúmeno, y así se conoció una pareja que todavía dura felizmente. Se conocieron discutiendo, directamente. Me lo contó un amigo común, años más tarde. Yo estaba en esa calle y recuerdo haberles visto con aquella parafernalia, aunque no me percaté del suceso.

Otra noche, por fiestas de mi pueblo, en 2001, presentamos a dos colegas, un chico de Cocentaina y una chica de Onteniente.
Él había decidido que, esa noche, iba a mentir en todo. Una de esas tonterías ocasionales que tenemos los adolescentes. Así que, cuando ella le preguntó de dónde era, respondió con el nombre de la primera localidad que le vino a la mente: Onteniente.
-¡Yo también! ¿Y en qué calle vives?
La primera en la frente. Bueno, quizá no era tan grave. Onteniente tendrá 40.000 habitantes. No es un pueblecillo. Respondió con el nombre de una calle que conocía, con la mala suerte de que ella vivía también en esa calle, y reaccionó con cierta incredulidad, comentando lo extraño que era no haberse visto nunca por allí. Cuando fue preguntado sobre el número de la casa donde vivía, ya sabía que, dijese lo que dijese, iba a hacer diana, y resultaría muy embarazoso de explicar. En esa ocasión, la casualidad no resultó celestina.

Uno piensa en hechos casuales que han supuesto enormes avances para la humanidad. Mutaciones como la del pulgar oponible, o que América se encontrase en mitad del camino de Colón hacia las Indias. Otras casualidades dieron pie al descubrimiento de la penicilina y la invención de la fotografía. Pero también muchas otras mutaciones y sucesos casuales no han tenido ningún efecto, ninguna utilidad práctica, y al no tener repercusiones destacables, son olvidadas.

Otro de mis amigos salió del pueblo para ir al piso de su novia, en una ciudad próxima, de 60.000 habitantes, en un trayecto de unos quince kilómetros. Nada más arrancar, se empezó a picar con la conductora de otro coche. No se conocían de nada, ninguno de los dos sabía a dónde se dirigía el otro. Se adelantaron sucesivamente en distintas ocasiones hasta llegar a la calle en donde él esperaba aparcar. Pero ella llegó primero, y cogió la única plaza de aparcamiento libre en toda la calle.

Es una de esas casualidades que no te aportan beneficio alguno ni te revelan ninguna enseñanza moral, ninguna lección trascendente. Simplemente suceden porque sí, sin objeto. O, ¿Qué trataba de indicarle a mi amigo la divinidad de turno? Parece un hecho dirigido por alguna entidad sobrenatural, pero no parece tener sentido más allá de la simple anécdota curiosa.

"Unicamente sabía, mientras el coche rodaba en la fría noche de agosto, que en alguna parte Sófocles, Freud y Eugene O'Neill se estaban partiendo de risa." (Woody Allen - Justo castigo)