Hace
dos mil años, había unos 200 millones de personas en el mundo.
Hace
mil años, había 310 millones.
Hacia
el 1800, la población mundial alcanzó la cifra de 1.000 millones.
Dicen
que las, aproximadamente, 250 guerras y genocidios del siglo XX costaron unos
187 millones de vidas. No sé quién calcula esto, pero será aproximado. La mal
llamada Gripe española (de origen estadounidense), justo al acabar la Primera
Guerra Mundial, también causó entre 50 y 100 millones de bajas en todo el
mundo.
Y
pese a todo ello y más, en el año 2000 ya éramos 6.000 millones de seres
humanos.
En
2011 se llegó a 7.000 millones. Dicen que ahora somos 7.400 millones. Visto lo
cual, parece haberse ralentizado un poco ese alocado incremento. Pero sigue
siendo un crecimiento de pandemia. Nos estamos cargando ecosistemas a un ritmo
brutal. Cada vez más gente contaminando y necesitando alimento.
Pienso
en estas cifras especialmente cuando escucho el típico comentario homófobo de
“Si todos fuéramos gays, la humanidad se extinguiría”. Tengo un amigo bastante
corto que es de los que hablan así. Y no se puede ser más tonto que quien busca
el problema en el lado contrario de donde se encuentra. Hablar de peligro de
extinción en un mundo cuyo problema más acuciante es la superpoblación. Es
flipante.
Intento
ser comprensivo, pensando que lo dice porque no se le ocurre otra cosa, y de
algo ha de hablar, aunque es alguien que no tiene maldad. Yo también he dicho
un montón de tonterías por ese motivo. Y acaba repitiendo los mantras de su
entorno. Tele, familia, compañeros de trabajo en la obra… Igual que frases
homófobas, repite frases machistas, aunque las chicas suelen tomárselo a broma
porque reconocen que no tiene mala intención, simplemente pocas luces.
Otro
argumento contra los gays es el de “Esto no es natural. El hombre es el único
animal que hace esas cosas”. Pura ignorancia. Se han documentado
comportamientos homosexuales en más de 1.500 especies animales. Bisontes,
delfines, bonobos, elefantes, leones, jirafas, patos, gaviotas, buitres, pingüinos,
lagartijas, libélulas, moscas… Quizá es lo más normal del mundo que un pequeño
porcentaje de cada especie lo sea. Quizá el 10% del total de seres vivos del
planeta. Y el hombre es un animal más. Ni más ni menos.
Lo
incomprensible es que, incluso siendo partidario de la igualdad de derechos
entre todo tipo de personas, me incomoda ver a dos tíos besándose. Como si a mí
me fueran a acusar de gay por estar viéndolo. Es un rechazo heredado de esa
fobia colectiva. No puede ser natural. Una de mis pelis preferidas es lésbica, La vida de Adèle. En cambio, no me
apetece nunca ponerme a ver la peli gay Brokeback
mountain, pese a haber estado nominada en los Oscar. Mi comportamiento
respecto a esto no es lógico.
En
un par de ocasiones fui acusado de ser gay. La primera, hace unos 11 años.
Antes de un partido, estaba entrenando a chutar con el portero del equipo.
Todavía no habían llegado los demás, y se puso a insistirme en “Sé que eres gay
y no hay nada malo en ello, puedes reconocerlo”. No me pareció mal que me lo
dijera así, en privado, pero no había manera de que creyera en mi “inocencia”,
así que dejé de responder.
La
segunda situación fue realmente embarazosa. En nochevieja, en Alcoy, hay una
pequeña minoría de gente que se disfraza. Hace 6 o 7 años, yo poseía un genial
disfraz de “pepino adulto” que combinaba con una peluca rubia, y decidí salir
así. A las diez de la mañana, en la plaza de pubs todavía llena de gente, entramos
al local de comida rápida, de cuyo dueño de entonces se rumorea que
trapicheaba. Allí se encontraba la tonta buenorra de mi pueblo, junto a un
gorila de gimnasio con aspecto de pasado de coca, que me miraba como
malhumorado y desafiante. Ella se dirigió a mí con la cantinela: “Sé que eres
gay, confiésalo. No pasa nada. No hay nada malo. Reconócelo.” Estábamos
rodeados por unas 30 personas que lo oían todo perfectamente, la mayoría tíos
bakalas muy colocados, muchos de ellos homófobos hasta el tuétano, con toda
seguridad. Llámame paranoico, pero esas situaciones me asustan. Nunca me han
gustado los ambientes de discoteca. Soy de pub. Al principio negaba sus
acusaciones, luego dejé de responder y me largué a otra parte.
Quizá
no debería darle la más mínima importancia a esas situaciones. Pero molesta ser
acusado de algo que no eres, aunque no veas nada malo en ello.
Lo
curioso es que, al parecer, ninguno de los tres tenemos nada contra la
homosexualidad, pero decimos que lo vemos como algo normal, mientras nuestro
modo de actuar indica todo lo contrario.
La
sociedad no estará siendo respetuosa con todas las tendencias sexuales mientras
todavía expresemos nuestra tolerancia de esas maneras tan extrañas, tan forzadas.
Eso indica que todavía no se ha educado suficientemente a la sociedad para que
acepte la diversidad como algo realmente normal.
Yo pienso que las personas que rechazan a los gays cambiarían de actitud de si en un entorno más cercano los hubiera, tratara y conociese. Yo no me planteé que no existiesen porque mi amigo desde el parvulario lo es; y amiga de universidad también. Pero la sociedad tarda en incorporar esos cambios. Y hay cierto morbo en los homófobos: que si cómo lo hacen las mujeres, que si cuidado con el jabón los hombres, estupideces.
ResponderEliminarTerrible me parece,sin embargo, la identificación que hacen algunos de homosexualidad masculina y pederastia.
A mí no me incomoda ver hombres besándose, los he visto llorando, apoyándose, animándose; mimosos, tontitos, apasionados, enfadados, sarcásticos... exactamente igual que las parejas heterosexuales. Y las mujeres, igual.
Cristian, ser consciente de tus contradicciones señala tu inteligencia y tú deseo de cambio.
Un beso y buen verano!
Las faltas de ortografía que hay son fruto del puto corrector del teléfono, que me cambia todo ainsss
EliminarMe dio mucha rabia que aquella chica me usara para expresar su tolerancia ante un montón de gente, empujándome a salir de un armario en el que no estaba.
Eliminar¡Buen verano, Lou! :-)