lunes, 1 de septiembre de 2014

Lo que puedes llegar a ver por la ventana del avión



En el aspecto positivo, la muerte es una de las pocas cosas que pueden efectuarse estando cómodamente tumbado (Woody Allen – Cuentos sin plumas)

En 1982, a un hombre se le ocurrió, con tal de cumplir su sueño de volar, atar 42 globos de helio a una silla. Llevaba consigo una escopeta para poder descender disparando a algunos globos. En cuanto soltó amarras, la silla se elevó rápidamente hasta una altitud de unos 5 kilómetros. Al cabo de hora y media consiguió llegar casi al suelo. Quedó colgando de unos cables eléctricos, y la policía logró finalmente bajarle de allí. Le cayó una multa enorme por violación del espacio aéreo restringido, lo cual le dejó en la ruina, ya que había llevado a cabo su aventura en las proximidades de un aeropuerto.

Imaginad ser alguno de los pasajeros de aviones que, al mirar por los ventanucos, viesen, entre las monótonas nubes, a un tipo cómodamente sentado en una silla con globos, y con una escopeta entre manos.

Llevo todo el finde partiéndome de risa cada vez que evoco esa imagen.

El tipo se ganó una mención honorífica del premio Darwin.

Se trata de un premio irónico, simbólico, y anual desde 1985. No se entrega, pues el vencedor suele estar muerto. Se lo selecciona entre los casos más cómicos y originales de muerte o auto-castración a lo tonto. Todos los casos son verídicos. El sentido del premio es “este individuo ya no se podrá reproducir, con lo cual, la selección natural ha quedado confirmada. La humanidad ha mejorado genéticamente con su defunción”.

También hay menciones honoríficas para gente ni muerta ni castrada, cuya peripecia haya sido extraordinariamente meritoria. Como atar globos de helio a una silla para volar llevando una escopeta.

Worst things happen at sea, you know?
(Monty Python - La vida de Brian, 1978)

Algunos de los ganadores del Darwin:

Un hombre que intentó atracar una tienda de armas, muriendo por 23 disparos de siete tipos de pistola distintos. Según otra versión, lo de las siete pistolas es exagerado, fueron dos. Aunque me dio más risa la versión exagerada, obviamente.

Otro tío saltó de un avión para filmar a los paracaidistas, pero olvidó ponerse su paracaídas.

El que murió aplastado por una máquina de Coca-cola, al intentar sacar un refresco gratis, cuando llevaba en el bolsillo 28 dólares, ganó el Darwin de 1995.

Un abogado de Toronto intentó demostrar a los becarios la impecable construcción del edificio en que trabajaba. Convencido de que las ventanas eran irrompibles, se lanzó contra una de ellas, rompiéndola y cayendo 24 pisos.

Dos universitarios de Houston depositaron monedas sobre la vía para ver cómo el tren las aplastaba. Esperaron a cierta distancia, sobre otra vía, siendo aplastados por el tren que venía en dirección contraria.

Un paciente de hospital que se mató al intentar fumar llevando puesta una máscara de oxígeno, lo que provocó una explosión, pues se le había aplicado una pomada inflamable.

Un ruso de 28 años murió de un infarto tras la ingesta de varias pastillas de viagra para aguantar la maratón de 12 horas de sexo que le habían propuesto dos amigas.

Un ruso borracho que se picó con los amigos a ver quién era más hombre. Como uno de ellos se cortó un dedo del pie, él cogió la sierra mecánica y se decapitó.

El tipo que enganchó un cohete de combustible sólido al techo de su coche, llegando a coger una velocidad de 560 km/hora y estrellándose, al cabo de 5 km, en la pared de un acantilado. La patrulla de policía que lo encontró creyó inicialmente que se trataba de un accidente de avioneta. Los restos estaban derretidos, había marcas de frenazos en la carretera (el tipo intentó aminorar pisando el pedal de freno), y apenas quedaban del cuerpo pequeños fragmentos de hueso y uña.

He de añadir el caso que vi por la tele hace años, en un “Callejeros viajeros” de San Petersburgo. Sobre la congelada superficie del río Neva, un viejo barbudo se hallaba sentado en un cubo, pescando por un agujero en medio del hielo, con una especie de caña de pescar casera. Cuando los reporteros del programa le entrevistaron, contó que en varias ocasiones, absorto en su actividad, había quedado atrapado por el deshielo, flotando sobre un pedazo a la deriva, y siendo siempre rescatado por algún barco. “Incluso, en una ocasión, el pedazo de hielo flotante me llevó a alta mar”.





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