Smetana,
máximo representante del nacionalismo checo, es uno de sus compositores más
reconocidos internacionalmente, como Dvorak, Mahler, y Janácek.
Má vlast
(Mi patria) es un conjunto de 6 poemas sinfónicos, entre los cuales destaca el
segundo (I Vltava / El Moldava), compuesto en 1874 y dedicado al río que
atraviesa el país y su capital, Praga.
El autor
ya estaba completamente sordo cuando compuso estas piezas.
“La
composición describe el curso del Moldava: el nacimiento en dos pequeños
manantiales, el Moldava Frío y el Moldava Caliente, su unión, el
discurrir a través de bosques y pastizales, a través de paisajes donde se
celebra una boda campesina, la danza de las náyades a la luz de la
luna; en las cercanías del río se alzan castillos orgullosos, palacios y
ruinas. El Moldava se precipita en los Rápidos de San Juan, y después se
ensancha de nuevo y fluye apacible hacia Praga, pasa ante el castillo
Vyšehrad, y se desvanece majestuosamente en la distancia, desembocando en
el Elba.”
(Smetana)
“El tema
inicial, que representa los dos manantiales en que nace el Moldava, es
interpretado con flauta. Más adelante se puede oír la sección
de metales representando los sonidos de los cuernos de caza en un
bosque, una polka que
representa la danza de la boda campesina y las cuerdas representando
la danza de las ninfas acuáticas.
Los címbalos y timbales representan los rápidos de San
Juan.” (Wikipedia)
En 2005
tuve el placer de recorrer en autobús los 550 km que separan Budapest
y Praga. Es impresionante el contraste paisajístico entre los dos países que
formaban la vieja Checoslovaquia. Al menos en las zonas atravesadas por la
carretera que transitamos. Eslovaquia era muy llana y poco arbolada, como la Mancha pero en verde.
En cambio, nada más entrar en la República Checa empiezas a estar rodeado de
montañas y densos bosques que anidan pueblecitos idílicos.
Yo
entonces todavía no había leído a Milan Kundera, quien tuvo que emigrar a París
porque el régimen ruso había prohibido sus libros. El régimen cayó
prácticamente a la par con el muro de Berlín, en 1989, pero hasta 2006 no
volvió a estar permitida allí la edición de sus libros. Se hablaba
orgullosamente sobre Kafka y Jan Neruda, escritores anteriores a la invasión
rusa, pero Kundera y otros más actuales no existían.
Y nosotros
creíamos estar visitando un país de lo más moderno y libre, seguramente del
mismo modo en que casi todos los españoles hemos creído durante años vivir en
democracia.
Os dejo también
aquí otra versión, debido al vídeo, pero la que estoy acostumbrado a escuchar y
me encanta es la de Karajan, arriba.
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