domingo, 18 de marzo de 2018

Agobio sensorial y desencanto (Fin de año 2016-17)




A las 6 de la mañana, en nochevieja, todavía quedaba bastante gente en el gran pub donde estábamos, y el olor, recargadísimo, se me hacía insoportable. Me preguntaba de dónde provenía. Pensé que, mayoritariamente, podía proceder de la concentración de exhalaciones tras tantas horas de consumo masivo de Plis-Plai, la bebida popular autóctona (café licor con coca-cola), una bomba de cafeína, azúcar y agua carbonatada, que ensucia los dientes como ningún otro licor. A veces también creo que ese olor se debe al sudor de toda la noche, mezclado con la acumulación de todo lo que se echa encima la gente. Colonias, maquillajes, espumas, lacas, gominas, ceras… Era horrendo.

Entonces, aunque puedan quedar chicas con cuerpos naturalmente atractivos, me suelen repugnar por toda esa pintura facial. Y veo a otros yendo a saco a por ellas, tratando de arrancarles algún beso, y me cuestiono acerca de la naturaleza de esa repugnancia propia y de esa aquiescencia ajena. Cómo es que les da igual todo eso, esos olores y texturas violentas y antinaturales, con tal de conseguir echar un polvo. Cómo es que a mí, tras nueve vasos, me importa. ¿Qué hacemos aquí?

En momentos así, me parece lamentable ver a los tíos tratando de seducir, algunos sin gracia, con los típicos “piropos de obrero", creyéndose ingeniosos, a chicas que les aprovechan para mejorar su propia autoestima, rechazándoles con sarcasmos aprendidos y mil veces ensayados, pretendiendo parecer ingeniosas. Dáos cuenta de que, a estas horas, la gente que merecía ligar ya no está aquí. Somos los despojos de la noche. tíos y tías.

No es que me sintiera superior. Simplemente, no quería ser ni como ellos ni como yo.

Y me sentía un poco ridículo, apoyado en la barra, bebiendo agua y notándome medianamente sobrio, habiendo consumido tres plis-plays, un ron-cola y cinco martinis con naranjaechando de vez en cuando una furtiva mirada a la guapísima camarera, y suponiendo que estarían hasta la coronilla de todos nosotros, ella, sus compañeras, y sus parejas, quienes quiera que fuesen, que casi seguro estaban ya por allí. Quedaba una hora para poder coger el primer autobús, y fantaseaba con volver a casa caminando, una vez más, esos 14 km, a pesar del frío, en lugar de aburrirme esperándolo. Pero C**** no tenía esa intención, y no iba a dejarle solo. Me tocaba maldecir de nuevo la falta de autobuses nocturnos. Hubiera estado en casa hace rato. Siempre he odiado la idea de tener que pagar un taxi por falta de transporte público. No somos ricos.

Quedábamos los dos más indolentes. El resto salían a ligar. Los dos muy inteligentes, M**** y L****, hacía rato que estaban enrollándose con sendas chicas atractivas. Los dos muy cortos, M**** y O****, se habían largado a la otra zona de fiesta, tras haber molestado involuntariamente a unas cuantas, tratando de conectar, con frases aprendidas, tan bastas que a veces les hacen pasar por más machistas de lo que quizá realmente son, aunque algo de eso tienen, por contagio social. Habíamos quedado 6 para cenar en Alcoy. El resto estaban, casi todos, de viaje por Cracovia. Quedábamos, charlando y bebiendo lentamente junto a la barra, los dos que casi siempre salimos a pasar el rato y casi nunca intentamos nada. Los que nunca nos hemos sentido cómodos con nosotros mismos, con nuestros cerebros. Los acomplejados sin remisión, que encajaríamos como personajes secundarios en novelas de Murakami. Y era justo lo que, diez horas antes, hubiese apostado que sucedería.

Antes de que empezara la noche, tenía claro que la terminaría con esa sensación de navío varado, maldiciendo el no haberme tocado una lotería que me permitiese estar ahora en Islandia o Noruega, posiblemente congratulándome de haber visto mi primera aurora boreal, en un nuevo país que sumar a mi corta lista, seguramente solo y sobrio, pero más contento e ilusionado.

Al menos, no estaría hartándome de alcohol con tal de no quedarme en casa sabiendo que todo el mundo está de fiesta. Hay noches señaladas en que no me apetece salir, pero sé que, si me quedo en casa, voy a estar peor. Sé que, si pudiese dedicar un año a viajar y ver mundo, me cuidaría mucho mejor. Haría bastante más ejercicio, porque estaría más animado.

Fue una mala nochevieja.  


Light in the darkness (Kroke, 2003) - Un tema que me hace imaginar el momento en que llegue a ver una aurora boreal.


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