jueves, 26 de mayo de 2016

Bromear



Lo que más me fastidia es que jamás se me ocurriría una idea como la de esta elegante escultura, aunque parezca sencilla.

Siempre me ha parecido que la creatividad artística y la humorística son la misma. Es capacidad asociativa y fluidez mental.

Al levantarnos tras una noche de fiesta, sonaba una orquesta oriental en la radio. Oscar opinó que estaban interpretando -… El turbante de tres picos-. Sin tiempo de pensar, Raúl respondía: -El cascadátiles.

Durante la adolescencia, me resultaba extremadamente complicado seguir sus razonamientos. Empalmaban las paridas demasiado rápido para que mi cerebro las procesara. No sólo ellos dos, sino, más o menos acertadamente, casi todo el mundo. Yo tendía a desconectar de las conversaciones, tratando de memorizar fragmentos que me habían impresionado especialmente, para anotarlos en cuanto llegase a casa. Nunca llegaré a tener esa capacidad asociativa, ni esa coordinación entre la idea y la palabra.

En el recreo del instituto, Esteban le espetaba a Juanjo: -Yo de eso sé el doble que tú-, y antes de que terminase de decirlo, Raúl ya estaba respondiendo: -El doble de cero es cero.

Al juntarse unos cuantos así, me sentía ridículamente incapaz de participar en las conversaciones. Todo giraba demasiado rápido. Y se me exigía que hablase, como cualquier otro. Era algo traumático.

No siempre improvisan. Cada cual ha tenido, en cada época, sus frases comodín. Una de las de Jordi, para cuando algo no sale bien, es: -No pasa nada, son cosas del directo -. Si cae un vaso y moja el contenido de los platos, o el coche no arranca, o la perra muerde el balón y lo pincha, no pasa nada, son cosas del directo. Lo dice sonriendo y queda genial. Otro, no sabiendo qué decir, soltaría algún taco y quedaría feo, aun prefiriendo haber dicho algo de buen rollo que distendiera la situación. Pero, incluso habituado a escuchar este tipo de frases, no suelo tener la agilidad para recordarlas en el momento preciso.

En un buffet libre, regreso a la mesa con un flan y una gelatina. Raúl afirma que no conozco la conjunción “o”. A los 2 o 3 segundos, consigo articular las piezas de una respuesta quizá adecuada: -Mi operación preferida es la suma-, y no llego a decirla porque ya han cambiado de tema. Al salir del restaurante, mientras Raúl incluye cada frase en una melodía facililla porque está de muy buen humor, Ana, cogida de su mano, comenta que –Somos lo que comemos-, y él responde. –Sí, ahora mismo soy un cerdo agridulce, bastante amargo.

Con 15 años, Sergio había inventado un nombre para nuestro equipo de futbito que me parecía genial: La Rabia Saudí.

O cuando, trabajando con Salva, cambié de emisora y sonaba “Sin ti no soy nada” de Amaral. –¡Qué poca autonomía tiene la pobre chica!- Me partí de risa. La letra me parecía cursi, pero nunca hubiese pensado en la palabra “autonomía”. O, si vemos por el almacén una de esas arañas de cuerpo menudo y patas muy largas: -A partir de ese tamaño, yo ya les hablo de usted.

Si alguien está de mal rollo, bromeando se deshincha el asunto. Por ejemplo, a un amigo algo corto (y madridista) que solía hablar siempre de fútbol y quejarse crónicamente de los arbitrajes, Oscar le respondía: -Es que no sabéis. Gastáis todo el dinero en fichajes y no dejáis nada para los de negro.- Y con ello se apagaba la polémica.

Y ese es mi mayor problema, que quitar hierro a los contratiempos no sea solamente cosa de actitud, sino de talento para dar, a tiempo, con la frase adecuada para bromear con lo que sucede. Me destroza esa falta de fluidez.


2 comentarios:

  1. Bueno, pero piensa que ser gracioso o ingenioso no es la panacea. Ni son mejores, ni más inteligentes ni más felices.
    Quizás en tu entorno eso se valore mucho, pero en otros no.
    Como yo no soy especialmente graciosa o ingeniosa ( a menos que me inspire el alcohol, entonces mejoro y hasta estoy sembrada), disfruto con los chascarrillos de los otros. Disfruta de ellos pero no intentes imitarlos. Forzar lo que no te sale suele tener patéticos resultados.
    A mí ser de reacción lenta no me parece tan malo, me gusta la "fruta" macerada.
    😘😘😘

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    1. Pero a nadie le gusta estar con gente aburrida. Todos tendemos a agruparnos alrededor de gente alegre y divertida. Te aportan risas y entretenimiento. Son los que lo tienen mejor para ligar porque les sale natural sociabilizar, al menos en cuanto a hombres. De modo que sí son más felices esos tíos. Encajan bien dentro de la sociedad.

      Y en cuanto a ser más inteligentes, dicen que hay no sé si ocho, o trece, tipos de inteligencia, y que cada cual es mejor en unos u otros. Pero todos conocemos gente que es torpe en todo o casi todo, y gente que es espabilada en todo o en casi todo. Yo creo que sí son más inteligentes los que se manejan mejor hablando. No me refiero a hablar mucho, sino con calidad.

      Las mujeres no tienen tanta necesidad de ser así. Se les exige en otros ámbitos, más relacionados con lo físico. Mola más una chica alegre y divertida, pero no es lo que generalmente necesitan para poder estar con alguien.

      Veo casos como el mío como el equivalente masculino a una chica obesa. Pero no me quejo de que se valore lo otro. Lo veo natural.

      ¡Muchas gracias por estar ahí, Lou! :-)

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