jueves, 10 de abril de 2014

Jacques el fatalista (Denis Diderot, 1773)

El "Con faldas y a lo loco" de la literatura. Año 1773. Posiblemente, entre las novelas de mayor calidad de todos los tiempos, la más alegre y amena.

Si os gustó "Cándido" de Voltaire, debéis leer Jacques porque es simultáneamente más divertida y más realista.

Si os gustaron (o no) "Don Quijote" y "Tristram Shandy", Jacques es mucho menos densa y mucho más breve.

Un libro impredecible, intenso, lleno de historias brillantemente enrevesadas, que consigue ser leído sin la más mínima impaciencia por conocer el final, con la atención irrevocablemente anclada en la página que está siendo transitada en cada momento, disfrutando de su buen humor.

Sus personajes no son tan frikis como Don Quijote y Sancho, sino mucho más identificables con nosotros, con nuestros comportamientos. Un amo cuyo  entretenimiento preferido durante el viaje consiste en escuchar la historia de los amores y desvirgamientos de su vasallo, entre otras historias contadas por demás personajes, que se van interrumpiendo unas a otras y reanudando más tarde. Y un sirviente cuyos principales vicios son el vino, las mujeres y hablar.

Para tratarse de una obra escrita hace alrededor de 240 años, y anterior a la revolución francesa, ¿No es curioso que sus principales personajes sean no creyentes?

Siempre pienso que lo más complicado a la hora de escribir una novela deben ser los diálogos. Aquí no hay aventuras demasiado trepidantes. Las amenas conversaciones llenan casi por completo el libro. Casi todas las tramas están dentro de narraciones de unos personajes a otros. Entre el amo y el sirviente, o por parte de la gente que encuentran en un albergue. Así que el tono general de la novela es de buen rollo y una impresionante minimización de las resoluciones violentas en los conflictos, escuchados o protagonizados por el determinista y listo Jacques, y su amo, más racional aunque menos espabilado.

Puedo garantizar que nadie se aburrirá con ésto: mi "peor libro del mundo" es "La náusea" de Sartre.

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"¿Cómo se conocieron? Por casualidad, como todo el mundo. ¿Cómo se llamaban? ¿Qué os importa? ¿De dónde venían? Del lugar más cercano. ¿Adónde iban? ¿Sabemos acaso dónde vamos? ¿Qué decían? El amo no decía nada; y Jacques decía que su capitán decía que todo cuanto de bueno y de malo nos acontece aquí abajo, escrito estaba allí arriba."

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«La primera novela absolutamente moderna se publicó en 1796. La escribió Denis Diderot y su título es Jacques el fatalista. Léase.» (José Saramago) 

«Se puede prescindir del Diderot dramaturgo; se puede, en rigor, comprender la historia de la filosofía sin conocer los ensayos del gran enciclopedista; pero la historia de la novela permanecería incomprendida e incompleta sin Jacques el fatalista. » (Milan Kundera)

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En el magnífico prólogo a su versión teatral de “Jacques el Fatalista”, Milan Kundera empieza hablando de sus vivencias en los días iniciales de la invasión rusa de Checoslovaquia en 1968, de cómo sus libros quedaron prohibidos, y sigue analizando las similitudes y diferencias entre “Tristram shandy” y “Jacques el fatalista”. Reproduzco algunos de esos párrafos:

Oigo decir con frecuencia que la novela ha agotado ya todas sus posibilidades. Tengo la impresión contraria: durante los cuatrocientos años de su historia, la novela falló en muchas de sus posibilidades: desaprovechó muchas grandes ocasiones, olvidó caminos y desatendió llamamientos.

Tristram Shandy de Laurence Sterne es uno de esos grandes impulsos perdidos. La historia de la novela ha explotado hasta el final el ejemplo de Samuel Richardson, quien, en la forma de “novela por cartas” descubrió las posibilidades psicológicas del arte novelesco. Por el contrario, prestó muy poca atención a la perspectiva contenida en la empresa de Sterne.

Sterne descubrió las inmensas posibilidades lúdicas de la novela y abrió así una nueva vía en la evolución de ésta. Pero nadie oyó su “invitación al viaje”. Nadie lo siguió. Nadie, salvo Diderot.

Sólo él fue sensible a ese llamamiento de lo nuevo. Y sería absurdo menospreciar por ello su originalidad. Nadie le cuestiona su originalidad a un Rousseau, a un Laclos, a un Goethe, con el pretexto de que debían mucho (ellos y toda la evolución de la novela) al viejo e ingenuo Richardson. Si el parecido entre Sterne y Diderot sorprende tanto, es que su empresa común permaneció, en toda la historia de la novela, totalmente aislada.

Las diferencias entre Tristram Shandy y Jacques el Fatalista no son, por otra parte, menos importantes que las similitudes.

Hay ante todo una diferencia de temperamento: Sterne es lento; su método es el de la desaceleración; su óptica es el microscopio (sabe detener el tiempo y aislar un único segundo de la vida, como lo hará más tarde James Joyce).

Diderot es rápido; su método es el de la aceleración, su óptica es el telescopio (no conozco principio más fascinante para una novela que las primeras páginas de Jacques el Fatalista: el virtuoso cambio de registros; el sentido del ritmo, el prestissimo de las primeras frases).

Hay además una diferencia de espíritu: el libro del vicario Sterne es un compromiso entre el espíritu libertino y el espíritu sentimental, es un recuerdo nostálgico de la alegría rabelaisiana en la antecámara púdica de la época victoriana.

La novela de Diderot es una exposición de impertinente libertad sin autocensura y de erotismo sin coartada sentimental.

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Alguien lo reseña mucho mejor que yo aquí:
http://la-pasion-inutil.blogspot.com.es/2014/01/denis-diderot-jacques-el-fatalista.html

“Jacques el Fatalista es una novela audaz por los experimentos que presenta en su técnica narrativa, y muy compleja en el sentido filosófico que desarrolla. Habría que añadir también que la obra expresa una crítica social y religiosa que no hemos considerado aquí, pero de la cual seguramente ya existen estudios bien documentados.”

"La novela también posee una connotación ecléctica que le permite romper con la estructura clásica de la narrativa; Diderot mezcló en su obra al menos cinco formas distintas de escritura: en primer lugar, la típica del relato caballeresco, no sólo debido a su remembranza de las figuras de Don Quijote, sino a todos los episodios que involucran duelos, códigos de honor, etcétera; luego, tenemos un uso de la técnica de las tramas múltiples –como propone llamarla Pavel-, esto es, el engarce de muchas historias entrecruzadas a pesar de pertenecer a diferentes tiempos narrativos; en tercer lugar, hablamos de un estilo folletinesco, muy propio de los relatos burgueses, cargados de galanterías e intrigas de salón (base de lo que profundizaría después Honoré de Balzac); también hallamos una estética de lo vivencial, o sea, una recuperación de las impresiones del instante, tal vez inspirada en el Richardson que tanto admiraba Diderot y; por último, cierto encuadre de los modelos dramáticos, pues, en la novela, prácticamente toda la parte narrativa se construye con base en diálogos (inclusive, con nombre a inicio de línea, como ocurre en las obras teatrales)."

Y otra reseña interesante:
http://apostillasnotas.blogspot.com.es/2006/06/jacques-el-fatalista-diderot.html



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