lunes, 29 de agosto de 2016

"Habrá sido para bien".



Pienso que, con la excusa de la autodefensa patria, que también es ciertamente necesaria en este mundo salvaje, los ejércitos existen por varios motivos más: uno es mantener el poder en manos de quien lo ostenta. Otro, los negocios de contrabando de armas y drogas. Y quién sabe qué otras cosas. Es simplemente mi impresión, no lo sé.

Yo hice la mili en 1997, y se rumoreaba que uno de los soldados profesionales de nuestra compañía, un gallego, guardaba en su taquilla 4 kilos de coca, para ir vendiendo por Valencia. Un peoncillo en el gran entramado, supongo.

Otro compañero nos dijo que tenía 1.400 tripis. Agustín y yo nunca habíamos probado uno, y decidimos hacerlo.

Era un fin de semana para el cual ambos teníamos previsto permanecer en la base, ya que nos tocaba guardia de refuerzo la noche del sábado. O sea, ser los reservas de los que tenían guardia, por si alguno estaba indispuesto, enfermo o ausente por cualquier motivo. Dependiendo del sargento que se quedase encargado de la compañía ese finde, podríamos, o no, salir el viernes a mediodía y volver antes de las 22:00 del sábado. Lo normal era que pudiéramos irnos. Y además, el sargento era López, uno de los buenos.

Decidimos que compraríamos un tripi, saldríamos el viernes a mediodía, e iríamos a la discoteca Masía, en Segorbe. Un compañero de la Pobla de Farnals nos llevaba hasta allí. Nos tomaríamos medio tripi cada uno, pasaríamos la noche de fiesta, y el día siguiente volveríamos haciendo auto-stop a la base de Marines.

Compramos el tripi, pero finalmente el sargento López no nos permitió abandonar la base. Yo me quedé desencantado, y entonces Agustín me dijo: -¿Sabes lo que dicen en mi pueblo cuando pasa algo así? Que habrá sido para bien.

Al cabo de un tiempo, lo comenté con amigos y conocidos, y todos coincidían en que, para una primera vez, medio tripi por cabeza era una barbaridad. Como mucho, un cuartito. El día siguiente no nos hubiéramos aclarado para volver a la base y dar una imagen sobria. De hecho, lo de la imagen sobria daba igual, porque no hubiésemos sido capaces de regresar. Nos habría caído el pelo. Eran unos 80 km de distancia, y estando la base algo apartada de las carreteras. Demasiado para depender de que nos recogiera alguien, y con las pintas que llevaríamos de no haber dormido, además de estar, quizá, todavía viendo dinosaurios.


Pasados los años, sigo recordando aquella frase, tan lúcida en un momento así. No es que a todo lo malo le puedas encontrar una parte positiva, pero aquella situación, serenamente mirada en su momento, era bien sospechosa de tenerla.