Nada
más salir del bar tras la cena, subimos al coche, y resultó que volvíamos al
pueblo. Uno de mis amigos debía levantarse temprano, hacia las 8:00. Ya lo
podían haber avisado antes de que pidiésemos la jarra de sangría, y antes de
que la consumiésemos con fruición, por mi parte convencido de que nos
dejaríamos caer por el Voodoo para pasar, al menos, una o dos horas. En la
oscuridad del asiento trasero, paseaba mi mano izquierda a lo largo de mi
pierna, arriba y abajo, sorprendido por la distinta percepción del tacto que me
confería la media borrachera. Notaba la piel completamente lisa, como si no
hubiese poros ni huellas dactilares. Era una lástima casi desesperante tener
que volver a casa en un momento así.
Como si todo el día hubieses llevado la noche en tu interior, y justo ahora se hubiese prendido tu mecha.
Y antes de acostarte has de escuchar varias horas de ritmos alegres y raros como el de "Deli" de Delorean (2009) o el de los imprevisibles 2 minutos finales de "Locomotive" de Guns n' Roses (1991). Porque el rescoldo tarda en apagarse.