En
mis trabajos, siempre procuro tener en cuenta que la salud es lo primero.
Aunque me aprieten y siempre estén gritando y exigiendo lo imposible, procuro
tener presente que mi integridad física es lo único que no se debe perder por
nada del mundo, ya que es irrecuperable. Si, para ser mejor trabajador, te
arriesgas demasiado y pierdes un brazo o un ojo, te van a echar del trabajo sin
miramientos.
Y
es complicado salir siempre ileso, tal como se trabaja en España, doce o trece
(a veces más) horas diarias bajo los berridos y quejas constantes de encargados
nazis, que en realidad no tienen claro cómo quieren que hagas las cosas, pues
casi siempre es al revés de como las estás haciendo, pero si las haces al revés
entonces es al revés del revés.
Aunque no seas de los que se paran a hablar.
Durante
el último English Date, un inglés que trabaja como profesor nos decía: “En
Londres, si hay, pongamos, 8 millones de personas y 7 millones de empleos, uno
siempre encontrará algo, porque la gente no aspira a permanecer toda su vida en la misma
empresa. Tú curras en algo hasta que te cansas, pongamos que a los tres años
decides cambiar, y encuentras libre el puesto de alguien que también ha
decidido cambiar tras un año en el mismo sitio. Aquí en España, no existe esa
movilidad laboral, porque la gente tiene otra mentalidad. Todos se agarran como
lapas a un trabajo, con intención de mantenerlo para toda la vida. De ese modo,
los empresarios encuentran fácil reducir los derechos laborales y endurecer las
condiciones, porque la gente teme exageradamente perder ese puesto. Y por eso alguien puede pasar mucho tiempo buscando sin encontrar trabajo”.
Relacionemos
esto con nuestra tradición de hipotecarnos a X años para comprar vivienda,
mientras que lo normal en el norte de Europa es vivir de alquiler, sin manías,
toda la vida.
Y ahora pienso
que, quizá, en el amor, el mundo entero sea demasiado español.
Porque ya seas alemán, senegalés o surcoreano, vas a reproducir, en uno u otro ámbito de la vida, las mismas tendencias irracionales. Por algún lado u otro va a explotar, en cada país, la tendencia a la desmesura en las relaciones sociales. Y los países que ahora atraviesan etapas más avanzadas de la evolución social, en otros momentos de la historia han ido por detrás, y en algún momento, dentro de siglos quizá, volverán a ir por detrás, y volverán a pasar delante, etc...
Y en cada momento los patrioteros de cada uno de los países que encabecen la carrera atribuirán ese éxito a supuestas virtudes inherentes a su nacionalidad (somos los más responsables, somos los más listos, somos los más disciplinados, etc...).
Pero el amor demuestra que ser lapa no tiene nacionalidad.
Tendrá una época más o menos larga en cada persona, tendrá un contexto histórico distinto para cada uno, tendrá...