lunes, 29 de mayo de 2017

Motivación



Me cuesta entender que la gente pierda las ganas de practicar un deporte de equipo cuando no se gana. Yo veo cada entreno como una celebración por seguir teniendo piernas. Por no haberlas perdido en ningún accidente o enfermedad. Y cada partido es una oportunidad de repetir lo que te ha salido bien al entrenar. Pero, últimamente, cada vez somos menos en los partidos, y hoy solamente estaba yo, así que el partido no se ha podido jugar. Hace poco jugamos un partido en inferioridad numérica, y decidieron que no nos presentábamos a otros dos partidos para no volver a ser uno menos que el rival. Yo los hubiera jugado incluso así. Qué más da. De cualquier manera, juegas para disfrutar tocando balón, intentando lo imposible, en busca de cierta épica. Juegas para mantenerte en forma y sentirte bien con tu cuerpo. Qué más da si ellos son uno más y te golean. Has jugado. ¿Y la ilusión que produce marcar un gol en inferioridad numérica? A veces lo hemos logrado, y en otras ocasiones son los rivales quienes lo han conseguido. No entiendo a los que utilizan la palabra “humillación” para definir una goleada.

¿Humillación? Eso tiene que ver con situaciones de dependencia, con algún tipo de esclavitud, de maltrato psicológico o físico, de explotación laboral… No utilicéis esa palabrota en el deporte. A lo largo de mi vida, he estado en goleadas, unas a favor y otras en contra, por 27-0, 21-1, 18-3, 15-2, 13-5, 12-1… y nunca se me ha pasado por la cabeza que alguien pudiese sentirse humillado. Siempre me ha extrañado y parecido feo que alguien pronunciase esa palabra. Has disfrutado de tu motricidad plena. Has corrido hermosamente bajo un sol aplastante, has luchado noblemente. Has tratado de mostrar tus mejores virtudes. Nadie te obligaba a participar. Donde no hay obligación, no puede haber humillación.

Hace 10 años, estaba ilusionado con jugar las 24 horas de mi pueblo, que son a finales de junio. Se juega desde el viernes a las 21:00 o 22:00, y siempre me ha emocionado especialmente jugar de noche, bajo la luz de los focos, y ante una grada repleta de gente, bastante animada. Cada equipo disputa tres partidos clasificatorios para octavos de final durante la noche. Se clasifican 2 equipos de cada grupo de 4, y se siguen jugando las eliminatorias a lo largo del sábado. Si llegas a la final, has jugado 7 partidos en menos de 24 horas, y tras haber estado trabajando el viernes. Pero nosotros nunca pasábamos de cuartos, así que lo máximo que he llegado a completar son 5 partidos, y llegábamos muertos al 5º, sin haber dormido nada, a las 4 de la tarde del sábado. Los equipos que llegan a la final tienen tantos jugadores de calidad, que se reparten los partidos para que unos duerman o descansen mientras otros juegan. Pero nosotros casi siempre hemos sido grupos de amigos, cada uno con su nivel, con 2 o 3 cracks.



Había pasado la temporada sin apenas jugar debido a una lesión. Un mes antes de las 24 horas, tenía las piernas extremadamente delgadas. 8 meses de inactividad me habían dejado con poco músculo. Quería entrenar a saco ese mes. Tenía unas ganas enormes de jugar bien. Por primera vez, el equipo había quedado último, y en la segunda división del pueblo. Por primera vez, no había podido anotar ningún gol en toda la temporada. A priori, éramos el peor equipo de los 32 que iban a participar. Tampoco me quedaban ya amigos en el equipo. Lo habían ido dejando.

A finales de mayo, el trabajo en el almacén de una fábrica se me complicó, porque hubo un descenso en los pedidos, echaron a uno de los tres, y teníamos que repartirnos el trabajo entre los otros dos. Hasta entonces, llevaba años trabajando 12 o 13 horas diarias. A partir de ese momento, me anunciaron que mi horario iba a ser de 08:00 a 22:00 una semana, y de 06:00 a 19:00 la siguiente. Catorce horas diarias una semana, y trece la siguiente, además de desplazarte a una ciudad que queda a 25 minutos de casa. Podía cogerme 2 horas para comer, pero eso no paliaba el daño. Eso no es tiempo libre, porque no ves el final de la jornada.

De todos modos, me las arreglé para entrenar varias horas cada tarde-noche. Vivía con 2 amigos en una casa con terraza, y allí practicaba lo que podía, cuando ya no eran horas de ir a las pistas. Logré recuperarme bastante bien ese mes, entrenando absolutamente todos los días.

La noche de las 24 horas, hubo problemas con gente de mi equipo. Los 2 o 3 que se creían más buenos habían decidido jugar ellos los partidos enteros. Durante la primera parte del primer partido, me indignó la constatación de que no pensaban cambiarse por nadie. Había 4 titulares intocables, aunque no servía de nada. Al descanso perdían 3-0. Entonces, me metí en la pista, decidido a no dejarme sacar de allí y jugar la segunda parte entera. Ningún otro de los teóricos suplentes siguió mi ejemplo, porque eran gente que no había formado parte del equipo durante la temporada. Habían sido fichados expresamente para las 24 horas, y no se atrevían a reclamar su derecho a participar, aunque también habían pagado para jugar. Los dos más imbéciles me estuvieron tratando de convencer de que abandonara la pista, pero no desistí. Perdimos 4-0.

En el segundo partido, se repitió la historia. No hubo manera de poder entrar a jugar durante la primera parte, de modo que salté a la pista en el descanso y ya no me pudieron sacar. Volvimos a perder, pero fui uno de los 2 o 3 mejores del partido. Al terminar, me duché y subí de fiesta a Alcoy, un rato. Ya era imposible clasificarnos para octavos, pero estaba feliz de haber podido jugar, pese a todo.

El tercer partido se tenía que disputar a las 9 de la mañana. Solamente aparecimos 3 jugadores de mi equipo, dos más el portero, así que no se pudo jugar. Los “titulares” no vinieron porque ya estábamos eliminados, así que no se iban a pegar el madrugón para un partido intrascendente. Y los recién fichados tampoco vinieron, pensando que no iban a poder jugar y se volverían a pasar el partido entero sentados, mirando.

No sé si el equipo rival tenía alguna opción de clasificarse, que pasara por meter determinado número de goles en ese partido.

No lo entiendo. Si te apuntas a una competición, es porque te gusta ese deporte. ¿Pierdes el gusto por competir únicamente por no tener opciones de clasificación? ¿No te gusta jugar? ¿No valoras la posibilidad de meter algún gol más, o de que te salga alguna jugada espectacular? ¿No habías estado entrenando justamente para poder disputar una competición así? ¿Vas a despreciar un tercer partido por haber perdido los anteriores?

Poder jugar es un privilegio. No todo el mundo puede disfrutar de un cuerpo sano.

He invertido demasiada pasión en este deporte como para dejar que la victoria o la derrota me importen demasiado. Quiero jugar disfrutando. Sin discusiones, sin gritos, sin exigencia, sin gente que se cree mejor sin serlo, aceptando los fallos de los compañeros y corriendo lo necesario para subsanarlos, aceptando que nadie es perfecto y cada uno lo hace lo mejor que puede, porque no somos profesionales. Quiero jugar por puro placer. Es mi danza.

Quizá es que soy medio autista, y solamente he sido capaz de abstraerme y disfrutar de verdad con el futbol sala. Ojalá hubiese conseguido tomarme con las mismas ganas la guitarra y el dibujo.